Comienza la “Batalla de Nueva York” por la Copa Ryder

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A los jugadores europeos se les ha equipo con auriculares virtuales que simulan lo que podrán oír y ver y lo que les espera en Bethpage, pero cualquier parecido con la realidad será mera coincidencia. Tendrán que vivirlo ya desde la primera jornada de entrenamiento mañana martes.

Las puertas de Bethpage Black Course, en Formingdale (Nueva York) se abrirán mañana 23 de septiembre a la 7.30 de la mañana (hora local) para recibir a los 24 jugadores, dos equipos, el estadounidense y el europeo, que el próximo viernes lucharán por la ansiada Copa Ryder, ahora en poder de los europeos.

Aunque las puertas ya se abrieron el pasado viernes, las del ‘merchandising oficial’ para facilitar la compras de aquellos que no han conseguido una deseada entrada para el tercer evento deportivo del planeta, tras unos Juegos Olímpico y un Mundial de Fútbol. Eso es la Ryder Cup de Golf: un gran evento deportivo y un gran negocio.

Cada entrada individual por día cuesta unos 750 dólares (637 euros que se terminaron en 48 horas) y la cercanía a Nueva York (a 43 kilómetros de Central Park) hace que muchos aficionados al deporte que se acerquen a Bethpage se sientan con el derecho de ‘hacer lo que quiera’. Es verdad que el fairplay en una Ryder es mucho más relajado: se permiten canticos, banderas, símbolos, aplaudir y jalear los fallos del contrario. Ian Poulter rompió includo con el silencio antes de cada golpe en la Ryder Cup de Medinah (2012) cuando animó a los aficionados de las gradas del Tee de 1 a seguir gritando consignas mientras realizaba el golpe, aunque eso no es habitual y no ha acabado en costumbre en otras Ryder, pero Bethpage es diferente. Algunos los definen como: “hacer 18 hoyos en Bethpaga Black es como caminar por un callejón oscuro más allá de la medianoche”. Eso parece algo terrorífico.

Si tiramos de memoria, recordemos en Open de EEUU de 2002, cuando Sergio García estuvo cerca de ganar aquí en Bethpage (que por cierto ganó Tiger con un +2) y por aquel entonces tenía la manía de coger y soltar el grip del palo varias veces, pues un espectador comenzó a contar la veces que lo hacía cada vez que iba a patear y se convirtió en costumbre y sumó una vuelta final de 74 golpes que sacó de concentración al castellonense: terminó cuarto, el mejor europeo en la tabla. Así es el público de Bethpage Black, los 50.000 aficionados, la mayor parte neoyorquinos, que a partir del viernes será en decimotercer jugador del equipo estadounidense que lidera Keegan Bradley. Que por cierto, no nos hizo el gran favor de ser capitán-jugador.

A los jugadores europeos se les dieron cascos de realidad virtual diseñados para simular lo que podrían ver y oír en Bethpage, pero no pueden hacer mucho más que intuir lo que puede pasar. Es como el nerviosismo en el primer tee que muchos jugadores han experimentado, sobre todo los novatos: Una cosa es anticiparlo y otra muy distinta será sentirlo.

Sólo podemos esperar que al menor reine en respeto. Recuerdo la Ryder Cup de 1999, la ‘Batalla de Brookline’ en Massachusetts, donde se perdió todo el respeto hacia algunos jugadores como Colin Montgomerie al que apodaron Miss Doubtfire (la exitosa película de 1993 de Robin Williams que se disfraza de mujer para atender a sus hijos); o la agresiones entre las mujeres de algunos jugadores que intentó calmar el caballeroso, y tristemente desaparecido poco después, Payne Stewart.

El comportamiento tanto de los espectadores estadounidenses como del equipo americano fue criticado por los medios de comunicación estadounidenses y europeos. Los espectadores estadounidenses abuchearon e insultaron escandalosamente a los jugadores europeos. También se denunciaron trampas por parte de los comisarios de campo. Es bien sabido que el equipo estadounidense invadió escandalosamente el green del hoyo 17 después de que Justin Leonard embocara su putt largo, pero antes de que José María Olazábal intentara el suyo, soliviantando al público con la escandalosa actitud del jugador americano. El incidente fue considerado por muchos, tanto en Estados Unidos como en Europa, como una muestra de ‘anti-deportividad atroz’. El veterano locutor Alistair Cooke describió el último día del torneo como «una fecha que vivirá en la infamia» en una carta desde América titulada «La llegada del golfista hooligan». Fue la Ryder Cup más violenta que he vivido desde 1991. EEUU venció por la mínima y recuperó la Copa Ryder.

Será una lucha incruenta, esperemos, pese a la hostilidad del público de Nueva York contra el equipo que comanda el inglés Luke Donald, cada vez menos ‘europeo’ ya que casi todos los jugadores están muy ‘americanizados’ y compiten habitualmente en el PGA Tour americano. Poco se les ve por Europa. Veremos si esa experiencia, y los auriculares virtuales les ayuda en su ‘Batalla de Nueva York’.

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